martes, 25 de enero de 2011

Del saladero nacional al frigorífico extranjero (5ta. entrega)

VII


LOS FRIGORÍFICOS EN ARGENTINA (1882-1911)

Vista desde el Riachuelo del Frigorífico La Negra
de Gastón Sansinena e hijo.
En el marco de la estabilidad política instaurada por Julio A. Roca en su primera presidencia (1880-1886) se produjo en la Argentina una notable expansión de los factores de producción. En los primeros años de la década del ‘80 un enorme flujo de inversión extranjera precedió el formidable crecimiento experimentado por las exportaciones agropecuarias en los decenios posteriores.
Esta tendencia fue producto de la necesidad de los inversores británicos de colocar sus enormes excedentes financieros en áreas no sujetas a la competencia de capitales de otro origen, la existencia de altas tasas de rentabilidad para las inversiones en la Argentina, entre 10% y 15% de dividendos en algunos años, y la confianza de los agentes económicos de Londres en las posibilidades de crecimiento hacia afuera de la economía argentina.
Dentro de las exportaciones ganaderas se mantuvieron los productos tradicionales como lana, tasajo y cueros, aunque en los dos últimos rubros comenzaron a advertirse claros signos de estancamiento; paralelamente cobró importancia la exportación de ganado en pie hacia Europa. También por estos años se aceleraron los cambios en el rodeo vacuno y ovino argentino con el propósito de lograr animales adaptados a las exigencias del mercado inglés. Se completó el proceso de “desmerinización” de las majadas vía cruzamiento con Lincoln, raza esencialmente carnicera, y se avanzó decididamente en la mestización del bovino al incrementarse el uso de toros Aberdeen Angus, Shorthorn y en menor medida Hereford.
Este cambio permitió la producción de carne ovina congelada para la exportación, de mayor calidad entonces que la carne bovina y más práctica de congelar por su menor tamaño, que la industria frigorífica argentina comenzó a producir en forma sostenida a partir de 1885.


LOS INICIOS

La cambiante tendencia del comercio exterior hizo que en la década de 1880 comenzara a desarrollarse lentamente la industria frigorífica argentina, que alcanzará su plenitud sólo después de 1900 con la mayor participación del vacuno en las faenas y la producción de carne refrigerada o “chilled beef”.
Esta evolución fue posible a partir de la aparición de nuevos métodos de conservación de la carne: Carré-Julien de congelamiento a -30º C y Tellier de enfriado a 0º C. El primer sistema, que permitía un mayor tiempo de conservación de la carne, prevaleció en los comienzos de la industria debido a las limitaciones técnicas que por el momento presentaba el segundo. Por lo tanto, los primeros frigoríficos británicos y argentinos instalados en el Río de la Plata se especializaron en la exportación de carne congelada o “frozen beef”.
Percibiendo el potencial de la nueva industria el gobierno argentino aprobó una serie de disposiciones para promoverla. La ley 1308 de 1883 eliminó los derechos de exportación de la carne por diez años; la 2234 sancionada en 1887 garantizó un subsidio anual a la exportación de carne, en tanto en 1888 se decretó la exención de impuestos sobre los materiales importados necesarios para los frigoríficos. Por último, la ley 2402 aprobada en 1888 fijó una garantía del 5% sobre el capital que fuera invertido en la industria de la carne durante diez años.
Este conjunto de leyes y decretos tenía como objetivo la búsqueda de capitalistas que invirtieran en la nueva actividad del congelado y así promover la exportación de carne.


LOS PRIMEROS ESTABLECIMIENTOS

Atraídos por el enorme potencial ganadero argentino, por las ventajas que otorgaba el gobierno y por las inmensas perspectivas de colocación que ofrecía el mercado inglés, varios empresarios se dispusieron a instalar frigoríficos. Incluso los capitalistas británicos, bastante reticente hasta entonces a invertir en el sector industrial argentino, hicieron una excepción y fueron desde el principio activos participante de la industria vinculada al procesamiento de la carne.
Pero el primer frigorífico de la Argentina, establecido en 1882 en San Nicolás de los Arroyos, localidad del norte de la provincia de Buenos Aires ubicada sobre la costa del río Paraná, no perteneció a capitales ingleses sino a Eugenio Terrason, ciudadano argentino de ascendencia francesa. Ese mismo año la Compañía Argentina de Carne Congelada, razón social con la que giró el pequeño y novel establecimiento construido sobre la base de un antiguo saladero, despachó hacia Gran Bretaña dos partidas de capones congelados en los vapores Lock Ard y Teviotdale.
Sin embargo, el comercio no quedó definitivamente concretado hasta 1883 con la entrada en funcionamiento del segundo frigorífico, y primero de capital inglés, The River Plate Fresh Meat Company Limited, establecido en Campana, provincia de Buenos Aires, por George Drabble.(35) Con un capital integrado de 200.000 libras esterlinas -monto indudablemente significativo para la época- y una importante infraestructura edilicia e industrial, se lo consideró el primer emprendimiento de envergadura de la flamante industria.
El 23 de noviembre de 1883 en el vapor de bandera inglesa “Meaiht”(36) se cargaron 150 toneladas de carne ovina congelada con destino a Londres, donde fueron desembarcadas el 12 de enero de 1884. Oficialmente ésta fue la primera exportación de carne frigorificada de la Argentina, y del Río de la Plata por ende.
Dos emprendimientos de capital argentino se concretan en 1885. Bajo forma cooperativa un grupo de productores ganaderos de la provincia de Buenos Aires conforman La Congeladora Argentina; entre tanto, Gastón Sansinena y su hijo Francisco transforman una antigua grasería y fábrica de carne conservada de Avellaneda en el moderno Frigorífico La Negra.
En 1886 se establece otro frigorífico de capital inglés. Los hermanos James y Hugh Nelson en combinación con una firma comercial de carnes con puestos de venta en Liverpool, Dublín, Manchester y Londres, construyeron en Zárate -provincia de Buenos Aires- el frigorífico Las Palmas Produce Company Limited. Los Nelson, diversificando sus operaciones, emprendieron no sólo la exportación de carne congelada sino también el negocio de la exportación de animales en pie para ser sacrificados en Inglaterra.


LA LENTA EXPANSION

A pesar de la importancia del frigorífico en cuanto a aumentar las posibilidades de colocar carne vacuna en el mercado británico éstas no se dieron inmediatamente, y la “vedette” de los primeros años del frigorífico en la Argentina fue la carne ovina. Además de resultar más pequeña y por tal razón fácil de congelar y transportar en los barcos, el ovino había ya atravesado en las décadas anteriores el proceso de mestizaje que lo hacía adecuado al gusto del consumidor inglés.
Durante los primeros tiempos del frigorífico el mercado de Smithfield(37) consideró la carne argentina de inferior calidad que su similar australiana y neocelandesa, razón por la cual recibía precios inferiores y también una menor participación en el volumen total comercializado.
Entre 1885 y 1889 se exportó un promedio anual de 11.000 toneladas de carne ovina congelada, que en los cinco años representaron más de 4 millones de pesos oro. La parsimonia del proceso de expansión queda de manifiesto en las cifras de ventas al exterior: a fines de la década de 1880 el tasajo todavía representaba el 48% del valor total de las exportaciones argentinas de carnes preparadas y en vivo, los vacunos en pie el 28% y las carnes congeladas apenas el 19%.
En 1897 The River Plate Fresh Meat Company Limited, Las Palmas Produce Company y el Frigorífico La Negra, ya entonces propiedad de la Sociedad Anónima Compañía Sansinena de Carnes Congeladas(38), se asociaron para coordinar sus embarques a Gran Bretaña formando The South American Fresh Meat Company. Este consorcio de los tres frigoríficos más poderosos instalados en la Argentina -con una fuerte predominancia de capitales ingleses- procuró alcanzar algún grado de cooperación para controlar el mercado de la carne a manera de un oligopolio. Desde entonces los administradores radicados en Londres, William Cook de Sansinena, Charles Drabble o Henry Bell de The River Plate Fresh Meat y William Nelson o Philip Holmes de Las Palmas Produce Company, sostuvieron una conferencia semanal para discutir las condiciones del mercado y donde, presumiblemente, también se llegó a un acuerdo tácito acerca de precios. Incluso se registraron intentos para lograr un acuerdo formal sobre la cantidad de carne a embarcarse desde la Argentina.(39)
Otra medida del nuevo oligopolio consistió en arrendar el modesto establecimiento Terrason para mantenerlo cerrado, obteniendo de esta manera el control absoluto de la exportación.


EL AUGE

Hacia 1900 la economía argentina había dejado atrás los problemas derivados de la crisis de 1890; la diversidad, volumen y capacidad de adaptación de sus exportaciones a los requerimientos del mercado internacional favorecieron la recuperación.
Hasta la década de 1880 la base del comercio exterior estuvo constituido por las ventas de lana, cueros y carne salada. En la de 1890 se produjo un marcado incremento de las exportaciones de trigo y luego de 1900 crecieron de modo notable las de carnes congeladas, que en el quinquenio 1905-1909 se incrementaron un 73% respecto al de 1900-1904.
Esta evolución fue consecuencia de una serie de hechos que favorecieron a las carnes congeladas al mismo tiempo que desalentaban otros tipos de producción pecuaria.

1 - La crisis de la industria textil lanera de Francia hizo decaer el interés por la fibra y por lo tanto en los ovinos.
2 - El cierre del mercado británico para el ganado en pie argentino debido a un brote de fiebre aftosa en la provincia de Buenos Aires.
3 - La declinación de las exportaciones de carne de Estados Unidos a Gran Bretaña como resultado del aumento del consumo interno norteamericano, de haber destinado amplias extensiones ganaderas a la agricultura y a los conflictos laborales en los grandes mataderos de Chicago.
4 - La merma del comercio anglo-australiano de carnes debido a las frecuentes sequías en Australia.
5 - El crecimiento de la población y del consumo de carne por parte de los británicos.

Este conjunto de factores posicionó a la Argentina como el primer abastecedor de carne congelada de Gran Bretaña. El frigorífico, sector en el que ya existía una importante inversión británica, pasó entonces a un primer plano en la economía argentina con la instalación de nuevas plantas.
En 1902 inversionistas argentinos bajo la égida del poderoso empresario Benito Villanueva crean en Avellaneda el importante Frigorífico La Blanca; en 1904 capitales británicos fundan en Zárate The Smithfield & Argentine Meat Company Limited, y éstos en combinación con inversionistas alemanes la inmensa planta The La Plata Cold Storage en la localidad de Berisso, también provincia de Buenos Aires; por último, en 1905 se crea el Frigorífico Argentino, de capital nacional.
Por su débil capitalización y al no contar con estructuras de venta propia en el mercado inglés, las empresas locales no pudieron resistir la competencia extranjera.


FIN DE LA EXPORTACIÓN DE GANADO EN PIE

A partir de 1900 además del crecimiento de las exportaciones de carne vacuna congelada se advierte el estancamiento de los embarques de carne ovina congelada y una marcada declinación de las exportaciones de tasajo y animales en pie, esto último derivación del prolongado viaje y a la transmisión de enfermedades del ganado. Como consecuencia de la pleuro-neumonía y aftosa de la década de 1860, se había generado en Gran Bretaña cierta resistencia a la importación de ganado en pie. En 1878 las medidas de control sanitario se hicieron más estrictas tras sancionarse las Actas de Enfermedades Contagiosas de los Animales, que establecieron dos listas para controlar la importación de ganado. La primera prohibió todo comercio con aquellos países cuyo ganado tuviese alguna enfermedad probadamente virulenta; la segunda permitió la importación de animales vivos con la condición de que fuesen faenados en el puerto de entrada.
Durante los veintidos primeros años de vigencia la mayoría de los países europeos estuvieron incluidos en la primera, mientras Argentina y Uruguay, junto a Canadá y Estados Unidos, en la segunda. Pero el 30 de abril de 1900 la irrupción de un foco de fiebre aftosa en el ganado vacuno de la provincia de Buenos Aires llevó a las autoridades británicas a prohibir la importación de animales en pie de Argentina, aunque por extensión la medida también incluyó al Uruguay.(40)
La prohibición de la importación de ganado en pie proveniente del Río de la Plata se levantó en 1903, pero casi de inmediato un rebrote de la infección hizo que se tornase permanente.(41)


LAS VENTAJAS ARGENTINAS

Durante los primeros años del siglo XX la industria frigorífica argentina vio facilitada la colocación de sus productos en el mercado británico por la declinación de la competencia norteamericana. Entre 1880 y 1910 hubo en Estados Unidos un crecimiento demográfico del 83% mientras el ganado bovino crecía sólo el 22,5%, los porcinos el 16,9% y los ovinos disminuían un 6%. En consecuencia, una creciente proporción de la carne norteamericana antes destinada a la exportación debió ir a cubrir las necesidades del mercado interno.
Australia y Nueva Zelanda, pioneros en la industria frigorífica, constituyeron el mayor rival para de las carnes argentinas. Con todo la Argentina logró ingresar paulatinamente al mercado británico a partir de 1885, y para principios de la década de 1900 la carne australiana fue relegada al consumo de los conglomerados obreros del norte de Gran Bretaña, mientras la argentina conquistaba el mercado del sur, de mayor poder adquisitivo.
Australia demostró ser altamente vulnerable a la competencia argentina debido al carácter inestable de sus zafras, frecuentemente afectadas por las sequías. Asimismo, su producción tenía un carácter marcadamente estacional con un ciclo de tan sólo tres o cuatro meses anuales, por lo que su presencia en el mercado internacional resultaba inestable. Esta discontinuidad de la oferta se agravó por la estructura horizontal y poco integrada de su cadena productiva, es decir con muchos intermediarios.
En contraste, el rasgo más destacado del comercio de carne anglo-argentino fue el alto grado de integración vertical. La mayor parte de la carne enviada desde la Argentina estuvo en todas las fases del negocio bajo el control de los frigoríficos, los cuales contaron con oficinas, depósitos y puestos de venta al público en Londres y otras ciudades importantes del Reino Unido, y en el caso de Sansinena también en Francia. A diferencia de las australianas, las firmas instaladas en la Argentina controlaron todas las etapas de procesamiento y distribución de la carne, desde la compra de los animales al productor ganadero hasta la venta en gancho en Smithfield, e incluso en algunos casos la comercialización al detalle.(42) Este factor otorgó una considerable ventaja a la carne argentina sobre su competidora australiana, menos organizada en este período.


EL OLIGOPOLIO BRITÁNICO

Las tres compañías frigoríficas integrantes del conglomerado The South American Fresh Meat Company fueron protagonistas de lo que Ricardo Ortiz llamó “edad de oro” de la industria frigorífica argentina, trienio comprendido entre 1900 y 1902.(43)
Al operar sin competencia en el mercado argentino y reforzada su posición por la prohibición de exportar ganado en pie a Gran Bretaña, obtuvieron utilidades espectaculares sobre el capital invertido: S.A. Compañía Sansinena de Carnes Congeladas 50%, The River Plate Fresh Meat Company y Las Palmas Produce Company 56%.
Hacia 1905 las compañías frigoríficas británicas y sus asociadas disponían de casi dos tercios de la capacidad de congelamiento de carne del país, pero como por su debilidad financiera las firmas de capital argentino tendieron a concentrarse en el mercado interno o hicieron acuerdos de cooperación con el “oligopolio”, las compañías extranjeras dominaron una proporción aún mayor de la exportación.
Un aspecto clave del negocio frigorífico lo constituía el transporte, y también allí se manifestaron con fuerza los intereses británicos. Las compañías marítimas de ese origen, Royal Mail, Federal Steam Navigation Company, H. W. Nelson, Furness Withy, Houlders Brothers, Prince, Mc Iver y Houston, controlaron más del 95% del tráfico entre el Río de la Plata y las Islas Británicas.(44)
La edad dorada de la industria frigorífica atrajo otros intereses hacia el sector y la posición oligopólica de las dos compañías británicas y la anglo-argentina Sansinena fue quebrada en 1907.


IRRUPCIÓN DEL CAPITAL NORTEAMERICANO Y PRIMEROS CONFLICTOS

A poco de iniciarse el siglo XX los grandes mataderos de Chicago comenzaron a observar con preocupación cómo iban siendo desplazados del cada vez más lucrativo mercado inglés por las carnes provenientes de Argentina. Con un mercado interno que demandaba crecientes volúmenes de carne, los norteamericanos veían mermar los saldos exportables y con ello el peligro de perder la privilegiada posición que habían conquistado en Smithfield como proveedores. Tampoco las perspectivas de futuro eran favorables. La tendencia señalaba que pronto EEUU no sólo sería incapaz de abastecer con carne a Gran Bretaña sino que, por el contrario, en un plazo relativamente breve debería transformarse en importador del producto.
Ante esa disyuntiva y con dos alternativas para escoger, la región del Río de la Plata u Oceanía, los norteamericanos optaron por desembarcar en Argentina. Lo hicieron en 1907 con la compra por parte de Swift & Company del inmenso frigorífico The La Plata Cold Storage, hasta entonces de capital anglo-alemán. Dos años más tarde la National Packing Company, un poderoso consorcio del que participaban Armour, Swift y Morris, principales integrantes del “beef trust” de Chicago(45), adquiere a los capitales argentinos el Frigorífico La Blanca. Casi simultáneamente Sulzberg & Sons, también estadounidense pero que no integraba el trust, concierta un acuerdo de producción con el Frigorífico Argentino.


LA LUCHA INTERIMPERIAL

La irrupción del capital norteamericano en la industria de la carne complicó el predominio de los británicos, que hasta entonces controlaban seis de los nueve frigoríficos instalados en la Argentina.
Para el enfrentamiento los norteamericanos contaban con tres armas poderosas, recursos financieros casi ilimitados aportados por el National City Bank, institución bancaria que pasaron a controlar en 1909, flota mercante propia que los independizaba de los armadores británicos y la carne enfriada (“chilled beef”), que constituía la gran novedad de la industria frigorífica. De mayor calidad que la carne congelada, se adaptaba mejor al gusto británico por su extrema similitud con la fresca.
Como consecuencia de la expansión norteamericana en una industria donde hasta entonces predominaban los intereses británicos y en la que el principal producto de los frigoríficos norteamericanos estaba destinado al mercado inglés, en 1910 estalló la primera "Guerra de la carne", un autentico conflicto de intereses interimperial.
En el intento por desplazar a su ocasional contendiente, los frigoríficos británicos y norteamericanos se lanzaron a una dura competencia por alcanzar el máximo de faena y exportación al mercado inglés. Esto acarreó consecuencias contradictorias en los extremos de la cadena cárnica, amén de significativas pérdidas para los contendientes. Efectivamente, mientras en el mercado doméstico la cotización del ganado apto para la faena subía por la puja entablada entre los frigoríficos interesados en acapararlos para evitar que sus competidores pudieran acceder a ellos, en Smithfield los precios caían a consecuencia de la sobreoferta de carne proveniente de Argentina.
Al tiempo que esto sucedía, los pocos frigoríficos de capital argentino que no se habían incorporado al oligopolio británico optaron por retirarse del negocio de exportación, manteniendo únicamente las matanzas destinadas al mercado interno.


CONFERENCIA DE FLETES O PRIMER “POOL”

En noviembre de 1911 las negociaciones tendientes a lograr un acuerdo para poner fin al conflicto se formalizaron, concretándose el primer “pool”. El acuerdo distribuía las bodegas disponibles en los buques frigoríficos que realizaban el servicio entre Argentina y Gran Bretaña de acuerdo a los siguientes porcentajes: 41,35% las empresas norteamericanas, 40,15% las inglesas y 18,5% las argentinas.(46)
El “pool” equivalía a un prorrateo del mercado británico para las carnes argentinas (más adelante veremos que también para las uruguayas), que si bien tenía cierto efecto sobre los precios que se obtenían en Smithfield, su influencia allí estaba limitada por la competencia de las provenientes de Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica y la propia del Reino Unido. El investigador norteamericano Peter Smith(47) ha demostrado que el verdadero poder del “pool” se ejercía sobre el mercado ganadero de Argentina y Uruguay, donde las empresas frigoríficas gozaban de un casi monopolio de la compra. En ciertas circunstancias norteamericanos e ingleses aparentaban competir por la compra de las haciendas, pero en la mayoría de los casos actuaban coordinadamente, no pudiendo los ganaderos escapar a ese cerrojo.


Referencias:

(35) George Drabble fue considerado en su tiempo como el miembro más rico e influyente de la comunidad británica en el Río de la Plata. Ampliamente vinculado a la “city” londinense, era miembro de los directorios del Ferrocarril del Gran Sur de Buenos Aires y del Ferrocarril Central del Uruguay, teniendo en ambos participación accionaria, y presidente del Banco de Londres y América del Sur. Además, junto a su hermano Alfred, poseía numerosas estancias en las provincias de Buenos Aires y Santa Fe. En Uruguay, por su parte, controlaban The River Plate Land and Farming Company, una sociedad anónima con sede legal en Londres que era propietaria de las estancias San Carlos, Miguelete, San Pedro, San Luis y Estanzuela en el departamento de Colonia, Los Merinos en Río Negro y Santa Emilia y Los Altos en Soriano, totalizando aproximadamente 86.000 hectáreas de muy buenas tierras. La actual localidad de José Enrique Rodó (Soriano), por estar ubicada en los campos de la estancia Santa Emilia, se denominó por muchos años Estación Drabble. Incluso hoy muchos la siguen llamando así.

(36) El barco pertenecía a la Houlder Brothers Line Company Limited, empresa pionera en inaugurar un servicio refrigerado regular entre el Río de la Plata y Londres. En 1890, con la entrada en funciones del “Hornby Grange”, se convertirá en la primera compañía naviera en poseer un vapor construido exclusivamente para el transporte de carne congelada. Ante el incremento de los volúmenes de carga en 1895 botan el “Ovingdean Grange”, de similar tonelaje que el anterior. Su vinculación con el negocio no se limitó sólo al transporte de la carne. También participó de la sociedad South American Export Import Syndicate, propietaria del Frigorífico Río Seco, un emprendimiento industrial dedicado a la faena de ovinos asentado en la región del Estrecho de Magallanes. A principios de 1900 el Lloyd’s Register señalaba 34 vapores frigoríficos dedicados exclusivamente al transporte de carne y otros 244 de carga mixta; en 1912 serán 762.

(37) Suburbio emplazado al sur de Londres, Smithfield constituía el principal centro concentrador de carne fresca de Europa, un sitio poco recomendable para los vegetarianos. Smithfield era “el mercado”, las cotizaciones que allí alcanzaban los diferentes cortes y tipos de carnes conformaban el precio del producto, sirviendo como referencia para las transacciones en otros mercados.

(38) La crisis de 1890 o “crisis Baring” constituye un punto álgido en la historia de las relaciones anglo-argentinas. Sus causas internas fueron la excesiva expansión monetaria y la deuda del gobierno y los bancos. La fuerte depreciación del papel moneda, al amenazar la rentabilidad, paralizó la entrada de nuevos capitales. Los inversores británicos, preocupados por los informes provenientes de Buenos Aires, se mostraron cada vez más prudentes hacia los proyectos argentinos, dirigiendo su atención hacia otros mercados. Esta falta de confianza en la economía del Río de la Plata provocó la crisis de la casa bancaria londinense Baring Brothers, muy expuesta a los papeles de deuda argentina y uruguaya. Otra explicación de la crisis, diametralmente diferente a la anterior, sostiene que en 1890 hubo pánico en Europa por razones totalmente ajenas a la política económica argentina, como por ejemplo la escandalosa y fraudulenta quiebra del proyecto de Ferdinand de Lesseps del canal de Panamá y la bancarrota del importante banco de depósitos francés Comptoir National d'Escompte. Estas cuestiones foráneas a la Argentina y al Río de la Plata habrían afectado la confianza de los inversores, haciendo mucho más dificultoso que a principios de la década de 1880 la obtención de préstamos. Independientemente de lo anterior, Baring Brothers adoptó una política de alto riesgo que le provocaron la quiebra: 1) intentó monopolizar las concesiones de obras públicas en la Argentina y el Uruguay y 2) lanzó proyectos de inversión demasiado rápido, sin asegurarse previamente los necesarios flujos de capital. De esto se desprende que Baring extendió peligrosamente sus negocios en la región. De todas maneras, sea cual haya sido la verdadera razón del “crack” de la casa bancaria Baring Brothers, lo concreto es que la crisis afectó el normal desenvolvimiento de muchas empresas, aquejando en mayor medida aquellas que al momento de limitarse el crédito se hallaban en una fase de expansión de sus actividades en base al mismo. Eso le aconteció a los Sansinena y su frigorífico La Negra. A principios de 1891, al no poder cumplir con compromisos y obligaciones pactadas, la firma debió hacer un llamado a concurso de acreedores. Capitalizada por inversores británicos entre los que habría participado George Drabble, y argentinos de Ernesto Tornquist y sus asociados belgas y alemanes, quienes a su vez tenían importante participación en la Compañía Kemmerich que producía extracto de carne de acuerdo al procedimiento de Liebig’s en Santa Elena (provincia de Entre Ríos), el 26 de setiembre de 1891 bajo una nueva razón social -Sociedad Anónima Compañía Sansinena de Carnes Congeladas-, éstos se hacen cargo del establecimiento La Negra así como de las sucursales y depósitos de frío que tenía en Smithfield y Liverpool (Inglaterra) y en los puertos franceses de El Havre y Dunkerque. Aunque continuaban teniendo participación accionaria, los Sansinena debieron compartir la dirección de la nueva empresa. El flamante directorio reflejó los cambios del capital societario: Ernesto Tornquist, presidente; Santiago Luro (cuñado de Francisco Sansinena), vicepresidente; Samuel A. Pearson y Hugo von Bernard, directores; Miles A. Pasman y Francisco Sansinena, directores-gerentes. Hacia 1912, la Compañía Sansinena de Carnes Congeladas con sus tres establecimientos, el primigenio pero renovado La Negra, Cuatreros de Bahía Blanca -inaugurado en 1903- y La Frigorífica Uruguaya S.A. de Montevideo, de reciente adquisición, ocupaba un lugar preponderante entre las empresas frigoríficas instaladas en la Argentina.

(39) Dos factores hacían imperiosa la búsqueda de un acuerdo. Por un lado la restringida disponibilidad de bodegas para los envíos a Gran Bretaña, por el otro los límites de absorción de carne que toleraba el mercado sin que se produjeran caídas en los precios.

(40) En la Argentina esta medida fue considerada discriminatoria. Se la supuso destinada a proteger los intereses de los “farmers” británicos, o bien a la intención de crear deliberadamente un excedente ganadero para beneficiar a las compañías frigoríficas británicas instaladas en el país. Sin embargo las exportaciones de carne vacuna congelada habían superado a las de hacienda en pie aún antes de la prohibición, y el ganado argentino efectivamente estuvo infectado con aftosa. Estas razones descartarían la sospecha de que la medida sanitaria británica tuviera objetivos distintos a los manifestados, o al menos los pondría en tela de juicio.

(41) Antes de declinar definitivamente, la exportación de ganado en pie vivió un último período de gloria a consecuencia de la demanda del ejército británico en Sudáfrica durante la guerra de los Boers. Entre 1902 y 1903 se enviaron de Argentina al sur de África 170.000 ovinos, 12.000 vacunos, 63.000 mulas y 12.500 caballos.

(42) Sólo el frigorífico de los Nelson -Las Palmas Produce Company de Zárate- poseía en Londres más de 1500 puestos propios de venta al detalle.

(43) Ortiz, Ricardo M. Historia económica de la Argentina, 1850-1930. Buenos Aires, Pampa y Cielo, 1964 (2 tomos).

(44) En 1910 construir un barco frigorífico con capacidad para transportar 3.500 toneladas de carne significaba una erogación total de 107.000 libras esterlinas discriminados de la siguiente manera: 82.000 libras el buque y 25.000 libras las bodegas y equipos de frío. El peso oro uruguayo cotizaba entre 4,50 y 5 unidades por libra esterlina, por lo tanto un barco frigorífico costaba algo más de $ 500.000, cifra equivalente al valor de 17.000 novillos mestizos listos para faena.

(45) El “beef trust” o “the big four” estaba integrado por un grupo de empresas establecidas en Chicago que virtualmente monopolizaba el procesamiento y la venta de carne en Estados Unidos. En sus grandes establecimientos dotados de la última tecnología, denominados “packing house”, Armour, Cudahy, Swift y Wilson, aparte de carne enfriada -más sofisticada y requerida que la congelada tradicional- también elaboraban un sinnúmero de productos derivados, logrando por una serie de procedimientos industriales que habían desarrollado un aprovechamiento óptimo de todos los componentes de la faena. Desde 1900 sus prácticas comerciales eran seguidas minuciosamente por la Federal Trade Commerce (FTC), oficina del gobierno norteamericano destinada, entre otros cometidos, a cumplimentar lo establecido en las Sherman Act aprobadas en 1890 sobre actividades monopólicas que perjudicasen a los consumidores. Los informes de la FTC de 1907 involucran en este tipo de actividades a cinco empresas del sector cárnico, por lo que el grupo de “los cuatro grandes” lo conformaban en realidad cinco firmas y no cuatro, siendo Morris el quinto integrante. Una resolución gubernamental similar a la adoptada con la telefónica Bell que dio lugar a las “baby Bell”, forzó, al fin, a que Swift y Armour se dividieran en cinco empresas cada una y Cudahy y Wilson en dos.  Obviamente la doble moral que caracteriza a los yanquis nada decía respecto a las actividades de estas empresas en el exterior. El Río de la Plata resultó un sitio adecuado para reagruparse y así plasmar lo que estaba prohibido en casa.

(46) La actitud proclive al acuerdo es comprensible tanto en norteamericanos como británicos, puesto que el conflicto perjudicaba a ambos impidiendo la obtención de utilidades. Si bien el trienio de oro con sus fantásticos dividendos era cosa del pasado, las ganancias de la industria frigorífica argentina en el quinquenio 1903-1908 oscilaron entre el 30 y 35% anual sobre capital. Volver a ellas resultaba un excelente negocio para todos. Asimismo, el incremento de los envíos de carne tipo “chilled” requerían un cada vez más aceitado sistema de embarque, ya que ésta debía consumirse dentro de los 40 días del sacrificio del animal. Descontando el viaje marítimo que insumía entre 25 y 30 días, quedaba un plazo no mayor a 15 días para vender y distribuir la carne en Gran Bretaña bajo riesgo de tener que congelarla, lo que suponía una sensible pérdida económica.

(47) Smith, Peter H. Carne y política en la Argentina. Buenos Aires, Hyspamerica, 1986.


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Rodrigo Morales Bartaburu
Paysandú (Uruguay), diciembre de 2010.
Queda autorizada la reproducción total o parcial de este trabajo citando la fuente.

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